Fuente: Revista Motivus Por Alejandro Morales Orellana - Profesor de Música
El cartero del pueblo se detuvo ante la hermosa casona ubicada en Victoria, frente a la plaza de armas. Hurgueteó dentro de su bolso y sacando un telegrama anunció: “¡María Ruiz Martínez!”. Una joven adolescente se encontraba en la entrada, mira hacia el interior de la casa y nerviosa responde. “No, no es aquí…pregunte en la esquina”. El cartero, confundido e incrédulo mira una vez más la dirección y lentamente reanuda su camino.
No alcanzó avanzar unos metros, cuando es alcanzado por la joven. “Perdón, démelo, soy yo, páguese…” Toma el telegrama y regresa corriendo a su casa, entra a su habitación y cierra celosamente la aldaba de la puerta y se dispone a leer. “Señorita María Ruiz Martínez, comunicamos a Ud. Que sus poemas participantes han obtenido los siguientes lugares en los juegos florales de Chillán: Poema “Serrana” tercer lugar y diploma de honor y poema “El tríptico del olvido” primer lugar y la flor de oro. Ceremonia de premiación, viernes 12 de noviembre de 1917 en el municipio.
La comisión”.
Una mezcla de alegría y miedo invadió a la menor, alegría por el éxito alcanzado por sus poemas, miedo, por si sus padres se enteraran del contenido de sus poemas.
“Del daño que me has hecho me vengaré algún día
Mas, espero a que mueras para hacerlo mejor
No he de vengarme en tu alma, que tú no tienes alma,
Me vengaré en tu cuerpo, me vengaré en tu carne…
En esa carne innoble que no sintió el amor.”
“De seguro si lo descubren me encerrarán en las monjas”- pensaba- pero amaba la poesía, la música, el arte en general.
Esa niña, llamada María Ruiz Martínez, es quien fue la artista más completa que haya nacido en nuestra tierra.
María, nace el 17 de mayo de 1901. Fueron sus padres, Don Juan de la Cruz Ruiz Meza y la Señora Lastenia Martínez Oyarzun. Sus antepasados llegaron a Chile, enviados por los reyes de España como encomenderos. Se instalan en la región de Molco, en tierras que desde el cerro Name se prolongaban hasta el mar.
En realidad, María Ruiz, era uno de esos seres que se dan de vez en cuando y resultan inolvidables. Poeta en su juventud, compositora de temas vernáculos como el “pa’ qué”, grabado en Broadway por los Huasos Quincheros, a fines de los ochenta por “Los lomas de Cauquenes” y por Carmen Pinto, hace pocos años.
A los veinte años, después del fallecimiento de su padre, se traslada a Santiago con ánimo de estudiar “todo lo que fuera arte”. Ingresa a la escuela de Bellas Artes y estudia pintura bajo la dirección del Maestro Juan Francisco González y se matricula, además, en los cursos de escultura y dibujo con el Maestro Virgilio Arias. Se instala, pronto, en la biblioteca nacional como secretaria de Don Guillermo Feliu Cruz. “Era cultísimo, habiloso, tenía todos los meritos, pero tenía tan mal genio que no lo podrías imaginar”. Así lo recordaba.
En ese mismo lugar, trabaja de secretaria del brillante historiador Francisco Encina, al que también recuerda. “Mientras escribía la historia de Chile, Don Pancho se paseaba al dictármela, jamás corregía los dictados y lo hacia horas y horas relatando las batallas. Yo, cansadísima le decía, Maestro ¡por favor! ¡Descansemos, estoy cansada de guerrear!” Don Francisco lanzaba una carcajada y seguía”.
El insigne historiador le obsequia un ejemplar de su libro “La literatura histórica chilena y el concepto actual de la historia”, con la siguiente dedicatoria: “A Mariita Ruiz, mi colaboradora, sin cuyo auxilio tal vez no habría tenido paciencia para compaginar las notas que forman este libro.
En la biblioteca nacional, María conoció a los grandes de la literatura como a Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Oscar Castro. A los grandes de la música, como a la cantante Lucia Darios y el pianista Claudio Arrau, escribe nuevas poesías y canciones.
Después de años de disfrutar del arte santiaguino, participar en grandes veladas musicales, María determina regresar a Cauquenes, especialmente a Tapihue, su tierra amada, a restaurar la vieja casona, ejemplar de arquitectura colonial, tal vez el más bello y auténtico de la región.
El Encuentro
Había escuchado muchas veces a mi alumno Norton Ruiz Guerra, decir “que tenía una tía que tocaba el piano, la guitarra y muchas canciones y poemas de su creación”.
Así, un día 21 de enero de 1975, partí con mi alumno a “pasar la tarde” y conocer su mentada pariente.
El viaje lo hicimos en una micro del recorrido y no fue tarea fácil soportar los 25 kilómetros que distan de Cauquenes hasta el lugar. El camino de tierra amarillenta, bastante irregular, de curvas continuas, allí se ven las tierras erosionadas como si hubiese sido bombardeadas y de pronto el verde de los pinos. Entre este cordón cordillerano prevalece el Name, el cerro más alto de la zona, si, el de la leyenda del torito de los cachos de oro. La gente a orillas del camino saluda, de pronto la tierra va cambiando de color lo que indica que vamos llegando a Tapihue. Se huele a eucaliptos y de pronto asoma una gran casona, blanca, inmensa, hermosa.
Bajamos, cruzamos el zaguán, pasamos de un patio al otro donde el tiempo parece volver al pasado, la estructura de la casa impresiona.
María, no era cantora popular como pensé en un principio, era una dama cultísima, al estar frente a ella pude ver en sus ojos la sabiduría, su gran amor por la música y el arte.
Esa tarde no perdimos el tiempo, nos turnábamos con la guitarra para dar a conocer nuestras canciones. Se hizo tarde y era tanta su alegría que no nos dejó regresar a Cauquenes.
Allí conocí sus canciones: “Ilusión”, “Calla estero”, “Agua fresquita”, “El olvido”, “Ya estás libre corazón” y otras. Le comenté que ya conocía el “Pa’ qué”, que salía en un libro de aprendizaje de guitarra de Laura Amenabar, que coincidentemente había sido su amiga.
Desde ahí, me hice el propósito de poner en vigencia su obra y en ese mismo año, en el Salón municipal me presenté en un acto cultural en homenaje al poeta Matías Rafide Batarce, con mi coro de cámara. El alcalde de la época, el querido Manuel Moya, le envía una invitación y durante el desarrollo de la ceremonia cantamos una de sus canciones “Cuando la dicha pasa”. El público la aplaude de pie y es muy elogiada durante el coctel final.
Esta primera experiencia nos anima a preparar un recital con todos sus poemas y canciones. Se realiza el 17 de octubre de 1975 con el auspicio de la “Secretaría nacional de la mujer” y la Ilustre Municipalidad de Cauquenes, en el Aula magna del Liceo de Hombres. Mi hermano Nelson estuvo a cargo de la escenografía, la que tenía en el fondo un bosque de pino, tierra roja en el piso, una pequeña lumbre en el centro, la que rodeaban los cantantes, a la izquierda del escenario un escritorio con algunos libros en donde se instaló la artista.
En esa oportunidad, tuve el agrado de compartir y conocer a la compositora Eliana Silva de Rojas, quien en esa oportunidad, fue responsable de hacer el libreto de ese evento.
Se dio inicio al recital con la presentación de la artista por el doctor en filosofía y letras Matías Rafide, luego vino la declamación de 12 poemas de María, los que fueron escuchados silenciosamente por los asistentes, concluyendo con el “Brindis por Maule”, en ese momento la poetisa se pone de pie y con fuerza y emoción recita este hermoso poema, la gente de Tapihue, la mayoría instalados en la galería del local, encienden antorchas, y los aplausos se prolongan por más de diez minutos.
La segunda parte fue la musical y estuvo a cargo de recordados artistas: Jorge Valenzuela Parra, concertista de guitarra, compositor y cantante de Talca; Cecilia Reyes, cantante linarense, hoy radicada en Paris; Isaac Rivas, destacado cantante cauquenino, hoy radicado en Venezuela y Yolanda Cid de Trucco, la interprete favorita de María y docente del liceo de niñas de Cauquenes.
En el acompañamiento musical en guitarra, estuvimos a cargo con mi compañero de universidad Bernardo Toro Correa.
La velada musical se fue encendiendo poco a poco hasta llegar a un final inolvidable, con Yolita Cid interpretando el “Pa’ qué”, acompañada por el público de la sala. “Mis canciones las encuentro horribles- comentaba María- pero cuando las canta la Yolita, las encuentro maravillosas”. Afuera llovía torrencialmente y los artistas y algunos invitados especiales, concluido el recital nos fuimos en diferentes vehículos a Tapihue. Muchos de ellos debieron ser sacados del barro por yuntas de bueyes.
Al día siguiente, un día esplendoroso amanecía en los campos de Tapihue, después del desayuno, los invitados salieron a distintos lugares a crear. Ema Jauch y su esposo Pedro Olmos, ambos pintores, se dispusieron “a inmortalizar los bellos parajes”, los poetas Manuel Francisco Mesa Seco y Matías Rafide, se dedicaron a crear poemas, Enrique Villablanca escribe un hermoso ensayo dedicado a María, los músicos, donde sobresalía Jorge Valenzuela, a crear canciones.
A la hora del almuerzo el comedor estaba adornado por una exposición pictórica y de sobremesa se escucharon las canciones y poemas nacidos en esa mañana.
María, en su trayectoria, creó canciones y melodías en piano que fueron muy acogidas en la bohemia santiaguina, lamentablemente, no quedan registros de su obra en piano, solo una grabación en donde María me enseñó todas sus canciones folclóricas, la forma de interpretarlas, no aceptaba modificaciones, se debía respetar cada nota musical.
Escribir sobre la personalidad de María Ruiz, es materia de otro artículo, espero con mucha expectación un libro que prepara Rosa María Ramonet, docente de la escuela de Tapihue, cuando funcionaba dentro de la casona y gran amiga de la compositora y poetisa. Existía una gran amistad entre ellas y en los últimos tiempos de María, hicieron recuerdos de los acontecido en el sector, donde el artista era médico, consejera, regalaba sus cosechas, no vendimiaba su viña, porque era la comida de los pájaros.
Nunca faltó de su parte un cheque para la cruz roja de hombres y de mujeres, hogares de menos e instituciones sociales. María proveía generosamente esta ayuda, en forma permanente.
Anécdotas
Son muchas las anécdotas en la vida de María Ruiz, recordaré dos de ellas.
Los últimos domingos del mes viajaba a Tapihue a celebrar misa el sacerdote Domingo Herrera.
En una oportunidad antes del inicio del servicio un grupo de campesinos se acerca respetuosamente a ella y le dicen: “Señorita María:… nosotros le queríamos preguntar ¿por qué no nos ha puesto esa música tan linda de siempre? La hemos echado de menos”. “¡Ah!, si, verdad-responde- lo que pasa es que no me quedan agujas para la vitrola”. Curioso le pregunto: “¿A qué música se refieren Mariita?: “Ellos aman la música de Juan Sebastián Bach”-me responde.
La biblioteca
En el año 1947, María determina regresar de Santiago a hacerse cargo de su fundo Tapihue “el que estaba en ruinas”, le acompaña en esa aventura su querida amiga Aída Bustos León, ambas renuncian a sus trabajos y se dedican a reparar la casona. En sus equipajes lo que más traían eran libros.
Ambas resuelven construir una biblioteca en el lugar de la pesebrera, la que estaba casi dentro de la casa.
Al concluir la construcción, la biblioteca lucía preciosa, con galerías de grandes ventanales con vista a la viña, ordenados los libros en las repisas y en el fondo instalado el piano con sus hermosos candelabros. Llama a su administrador, un sencillo campesino del sector para que la vea. El hombre observa atónito casi sin convencerse y le dice: “¡Por Dios patrona…! ¡Que haya echado a perder la pesebrera!”
Hija ilustre
El 9 de mayo de 1980, el alcalde de la época Iván Reyes Brito, con el Decreto alcaldicio N°114-B la declara Hija Ilustre de Cauquenes.
Visto y teniendo presente: la relevante y destacada participación que ha tenido en nuestra comunidad la distinguida dama Señorita María Ruiz Martínez, por el acendrado amor a esta tierra, la suya, demostrada en innumerables obras; Decreto: Declárese Hija Ilustre de Cauquenes a Doña María Ruiz Martínez, en reconocimiento y gratitud de la ciudadanía, por sus altos méritos y nobles afanes de bien público. Comuníquese, regístrese y publíquese. Iván Reyes Brito, Alcalde. Estrella Vejar Yévenes, secretaría municipal y Jefe de personal.
Esta distinción emocionó y llenó de orgullo a María, su humildad nunca pudo entender el por qué de su premio. El pergamino lo ubicó frente a su cama hasta su muerte. “El ser humano debe ser generoso con sus semejantes, es una obligación ayudar al que lo necesita. Lo que he escrito lo hice por amor a mi querida tierra”, decía.
Había estado años en cama, allí reclinada hacia su lado derecho recibía a sus visitas cordialmente, fueran conocidas o no. De piel blanca, muy blanca, su cabello cano, liso, con visos grises y dorados, peinada hacia atrás, hermosos ojos verdes y acariciando siempre sus manos.
Un sonar de campanilla, era orden de que se debía instalar una pequeña mesa entre las dos camas de la pieza para atender generosamente a sus acompañantes.
A los 87 años, un día 24 de Junio de 1988, María deja de existir en la Posta Central de Santiago, en un frío pasillo sobre una camilla, tapada solo por una sábana, esperando atención médica.
Poema Homenaje:
Canto a María, Autor e Interprete, Ricardo Ruíz - Albún Cauquenes - 1998
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