Subámosle el nivel a la conversación de WIFi

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    El tema es más simple de lo que creemos. La política es aquella actividad que se refiere a la vida colectiva de los grupos de hombres organizados por la civilización, cuya orientación, administración y demás actividades tales como las artes, las ciencia, la enseñanza, la aplicación de la justicia, son ejercidas con prudencial sabiduría por los políticos en bien de la sociedad en general. 

    El político es y deberá ser siempre el hombre que ante el llamado insonoro de las necesidades públicas de la ciudadanía, responderá con comprometida solidaridad ante la problemática imperante de su época y las circunstancias de su pueblo, concibiendo fórmulas ideológica, jurídicas, planes socio-económicos y tecnológicos, que por medio de la administración pública le sea permitido aliviar los males de su pueblo,gestionando para la realización y consecución de los cambios necesarios en el ordenamiento social de tal manera que beneficien a las mayorías sin detrimento del derecho justo de las minorías. 

    Mientras el místico está al servicio de lo Dios buscando la armonía humana, el político está al servicio de su pueblo tratando de conseguir la solución de sus problemas sociales. Muy comúnmente se confunde al político con el demagogo y a la política con la demagogia. Es también verdad que muchas veces el político tiene mucho de demagogo y el demagogo mucho de político, pero es indispensable que aprendamos a diferenciar las características de cada uno de ellos. La demagogia ha sido siempre el intrincado arte de los caudillos (demagogos) que tratan de gobernar por la dominación tiránica ejerciendo el poder caprichosa, imprudente y temerariamente, sin prever las funestas consecuencias que su administración deparará a sus gobernados.

    Unas veces impulsado por confusos sentimientos políticos y otras veces precipitado por sus voraces ambiciones de poder, el demagogo es y será siempre aquel que –prometiendo imposibles realizaciones y que ofreciendo  reivindicaciones vengativas- despierta la conciencia pasional de las masas para hacerse al apoyo popular como medio de obtención del poder político, pero que una vez ubicado en su ansiada meta, ejercerá su voluntad con despótico absolutismo, oprimiendo y atropellando el derecho tanto de las mayorías como de las minoría.  

    Mientras que el político jamás alcanzará ni ejercerá el poder gubernamental sin la voluntad la participación permanente y soberana de sus gobernados el demagogo siempre llegará a lograr el poder con engaños y emulaciones, sin dejar participar realmente a su pueblo aún cuando predique supuestas participaciones consignadas a comprometidos colaboradores. Mientras el político mantendrá una tolerancia elástica para las discrepancias ideológicas el demagogo será dogmático y absolutista, nadie más que él será portador del conocimiento cierto de que es lo que le conviene o no a su pueblo. 

    El mandato de un político se planificará siempre con miras a proporcionar a las mayorías lo que las minorías han logrado, sin detrimento del derecho de estos últimos. El demagogo buscará el desquite vindicativo y distributivo de lo logrado por las minorías, en su incapacidad de ayudar a evolucionar a las mayorías. La demagogia es madre espiritual del anarquismo, porque engendra la codicia del poder a base de debilitar y destruir las estructuras del derecho y la justicia de la ética humana.

    La demagogia es fiel y constante aliada del anarquismo en su etapa inicial pero al cimentar su poder, comprendiendo el peligro que representa este su instrumento principal, tratará por todos los medio de aniquilarla de entre lasconciencias de sus esbirros. Si antes el demagogo (y la demagogia) sólo disponían de la fuerza de la violencia y la vulgar falsía de sus promesas, hoy, con la instrucción masiva ha evolucionado hasta lograr crear sutiles doctrinas con el uso paradójico de la “demagogia filosófica”, confundiendo el raciocinio de las mentes, conquistando sus ingenuas conciencias con promesas utópicas, convencionales o transitorias, hasta adjudicarse el poder.

    Esta  estruendosa y cruel lucha que libran sobre el lomo de la tierra,desde los tiempos y, las conciencias, los principios generatrices del bien y del mal, ha escrito páginas gloriosas de la gesta libertaria de la humanidad, como también han manchado con sanguinolentos borrones ignominiosas etapas de nuestra existencia. Ante esta situación, corresponde a los ciudadanos el derecho y la posibilidad de modificar el curso de los acontecimientos.

    Para ello es imprescindible que se cultiven los valores del civismo, porque deben los gobernantes y ciudadanos dejar su legado a las generaciones venideras de un pasado ético que los dignifique y no un lastre punible que los avergüence

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