Se fue la lozanía de mi cuerpo,
dejando laceradas mis maderas,
como así se ha reducido mi esqueleto,
dejándome nostálgicas secuelas.
Se ha ido lo más útil de mi todo,
porque ya se han desgastado mis membranas,
aquellas que por sobre los letargos
me hacían renacer cada mañana.
No obstante, aún me activan los recuerdos
de, antaño, refulgentes primaveras,
recuerdos que me sirven de sustento,
y lo han de hacer hasta el día que me muera.
Mas, sintiendo que aún mi vida me da aliento
haciendo eco en mi interior, como una diana,
cómo quisiera yo parar el tiempo,
y mantener siempre abiertas mis ventanas…
Empero - y esto es cierto -
no en vano pasa el tiempo…
Y como el tiempo pasa,
cual pasa una alborada,
al hacer un biológico balance,
deduzco que, después de su pasada,
de mi óseo y frágil esqueleto,
salvo mi alma ,
ya es nada lo que queda,
o casi nada.
Alpecas - Alejandro Peña Castro
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