Voto ético, voto responsable

    Por Jaime Campos Bravo, Ingeniero Agrónomo

    En tiempos en que el ejercicio de la democracia parece consistir en votar por los candidatos “menos malos”, para luego arremeter con fuerza contra los mismos en vistosas manifestaciones de protesta, me parece necesario reflexionar sobre lo que fue y lo que puede llegar a ser la actividad política.

    La democracia floreció en la Grecia del siglo V a. de C., cuando participar de las decisiones públicas no sólo era un derecho sino un deber ciudadano irrenunciable. Fue un período brillante de la historia humana, en que las figuras políticas de la sociedad gozaban del respeto y a menudo admiración de sus conciudadanos. No era para menos; los grandes pensadores, las principales mentes de la época, como filósofos o matemáticos, lideraban el debate político. El mismo Aristóteles entendía la política como la más importante de las ciencias, ya que conjuga todas las otras disciplinas para lograr el bien máximo de la sociedad, cual es la felicidad. Adicionalmente, existía la libertad para exponer y discutir cualquier asunto que fuera de común interés.

    ¿Cuánto avanzamos en los siguientes 2.500 años?

     

    La verdad es que no siempre hemos demostrado la misma tolerancia ni la misma lucidez. La humanidad ha sufrido crueles guerras por el dominio de territorios, por creencias religiosas, por racismo o por ideologismos políticos, por nombrar algunas motivaciones. Afortunadamente, algo hemos aprendido de la historia, y hoy existe un Estado de Derecho que regula las relaciones entre personas y naciones; las guerras religiosas pertenecen a la Edad Media; la supuesta supremacía racial tuvo su auge y caída a mediados del siglo XX; y la llamada “Guerra Fría”, que enfrentaba a Oriente y Occidente, Capitalismo versus Comunismo, Izquierda contra Derecha no vería nacer el nuevo milenio.

    Sin embargo, todavía existen algunos que, ya sea por una visión “miope” o por intereses mezquinos, quieren hacernos creer que la “guerra” ideológica continúa. Es uno de los grandes engaños de los últimos años. Los argumentos ideológicos están en retirada, para dar su lugar al razonamiento técnico y científico. Por ello, no debe extrañarnos que distintas autoridades tomen decisiones similares: en muchos casos han ido a las mismas universidades y han cursado las mismas asignaturas.

    Entonces, ¿cómo resolveremos nuestros conflictos? ¿A quiénes debemos respaldar?

    La respuesta puede ser más simple de lo que habitualmente se cree. Nuestras diferencias las debemos zanjar democráticamente, a través del voto, pero priorizando siempre los valores éticos (en primer lugar) y capacidades intelectuales (en segundo lugar) por sobre añejos ideologismos, al momento de apoyar una candidatura. Por supuesto, esta propuesta exige que se presenten opciones éticas y provistas de las competencias que se requieran, lo cual no siempre ocurre. Por ello, se debe buscar a las personas más idóneas y confiables, teniendo la certeza de que EN TODA SOCIEDAD EXISTE GENTE CORRECTA Y COMPETENTE. Parte de nuestra responsabilidad cívica consiste reconocerlas y apoyarlas. Dicho de otro modo, para encontrar las soluciones correctas debemos también encontrar a las personas correctas.

    Ciertamente, la democracia nunca fue ni será perfecta, pero hasta ahora es la mejor forma de gobernar que se ha inventado. Su éxito o fracaso depende de las decisiones que tomen todos los miembros de la sociedad. Así, un comportamiento éticamente correcto, nos inducirá a buscar el bien común, aquello conveniente a toda la sociedad, mientras que una actitud responsable nos obligará a hacernos cargo de nuestros actos y sus consecuencias.


    JAIME CAMPOS BRAVO
    Cauquenes, marzo 2012

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