Por Marcelo Hurtado Canales - Abogado - Profesor Universidad del Pacifico
Nos aproximamos a un nuevo de día de elecciones, en donde todos los ciudadanos debemos concurrir a cumplir con el ritual legal, de estampar una raya con lápiz grafito al lado de un pro hombre o de una pro mujer, que se supone asumirá nuestra representación en determinadas actuaciones publicas.
Lo anterior debe llevarnos a reflexionar de qué tipo de representación estamos hablando, si a penas los candidatos se representan así mismos. No puede haber una efectiva representación si no existe la obligación de los candidatos de rendir cuentas de su gestión, a todos aquellos que de buena fe han concurrido a emitir su sacramental sufragio, con la esperanza en el cumplimiento de las promesas que le otorga el sonriente y casi entupido rostro de los afiches.
Por lo anterior urge una modificación constitucional que le exija a los electos de cualquier naturaleza, entregar cada cierto tiempo un informe razonado, claro y preciso de su gestión en audiencia pública, y además con el cumplimiento de estándares de calidad en sus cometidos, metas. plazos, resultados etc. Si no se cumplen estos requisitos mínimos en el ejercicio del cargo podrá solicitarse mediante acción popular la dimisión del representante, por incumplimiento de deberes, debiéndosele dar la oportunidad de servir a otro y así sucesivamente. Es inadmisible que en pleno Siglo XXI seamos meros espectadores de tanta desidia, nepotismo, y apernamiento en los cargos públicos. Ni en la colonia y sujetos a un régimen monárquico, se vieron tantos privilegios y prebendas en los súbditos del Rey.
Lo anterior debe terminar mas pronto que tarde, para darle sanidad a nuestro sistema político, democrático y republicano, y mas aún para que los ciudadanos, crean en sus elegidos, y depositen su real confianza, y no ocurra como lo que sucede en nuestros días. No puede ser admisible que los Diputados y Senadores no concurran a cumplir con sus obligaciones como cualquier trabajador de chile y opten por andar recorriendo calles ejerciendo un papel ridículo a la caza de lo esquivos votos, en ferias, barrios y poblaciones. El ejercicio a mi juicio debe ser al revés; si las personas percibieran su eficacia y eficiencia, no necesitarían andar a gritos y con lazos en búsqueda del voto, sino que serían los mismos ciudadanos los que concurrirían a la casa del representante para solicitarle que ejerza su función de servidor.
A propósito de servidor, me pregunto ¿Cuántos de los representantes sirven de verdad? y ¿cuántos ejercen una verdadera labor de apóstol en sus cargos?, la verdad es que son pocos, y no me cabe la menor duda que el único afán de muchos es profitar de las ventajas del poder local o nacional y de sus suculentas dietas, asignaciones, viáticos, etc. Estoy seguro de que si se disminuyen estos privilegios el afán de servicio que tanto los motiva sería sólo una mera declaración romántica. ¡No se justifica tanta odiosidad en la política si los fines que la motivan son sanos y puros! ¡No se justifica tanta mediocridad, y revanchismos estériles sino es para defender a ultranza los beneficios de esta temporal posición!.
Y sin ir mas lejos lo vemos en nuestro recóndito Cauquenes, en que aparecen los mismos de siempre, y ¿para que? ¡Para seguir pateando piedras! como nos señalaron los prisioneros en su histórica canción de los 80
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