Amigos: me ha quedado dando vueltas el tema de las autopsias y la posible violación de los derechos religiosos de las personas y la dignidad humana por parte del Estado.
No es menor el hecho, que gran parte de las autopsias suelen ser hechas por auxiliares, los que efectúan el proceso sólo para cumplir el protocolo (necrofilia, perversiones varias, venta de partes de cadáveres anidarían en este nivel).
Hace algunos años escribí un texto sobre el asunto de la donación obligatoria de órganos, la que pretendió ser impulsa como ley de la República en esos momentos. Se los hago llegar, tal vez sirviera para exponer el tema respeto a los fallecidos y generar el necesario y saludable debate público.
Saludos Juan Contreras Bustos – e-mail: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. - desde Curanipe
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Trasplante de órganos en Chile ¿cadáveres al mejor postor?
Fuente: Granvalparaíso.cl - domingo, noviembre 30, 2003
A diferencia de los pueblos ancestrales, que santificaban la muerte, nuestra sociedad la degrada y pretende convertir el tráfico de órganos en un lucrativo negocio
EN TODAS LAS culturas a través de los siglos se ha otorgado especial atención al tema de la muerte. Hoy, mediante los registros dejados por diversos estudiosos arqueológicos, nos enteramos cómo los distintos pueblos han brindado un trato especial a sus difuntos. Con gran reverencia se ha procurado dejar testimonio de quién ha sido el occiso, su oficio u ocupación, acompañando los cuerpos con sus instrumentos de guerra o trabajo y sus atuendos rituales, lo que garantizaría, según profesa la fe, el paso adecuado de éste al otro mundo y la vida en el reino del más allá.
En Egipto, una de las culturas más avanzadas en lo espiritual, se erigió toda una ciencia en el arte de conservar los cuerpos de los gobernantes, costumbre que luego se difundió a toda la sociedad. Tanto el faraón como los artesanos y campesinos procuraban trascender de esta manera con el fin de alcanzar la inmortalidad. Sin ir más lejos, las momias más antiguas del mundo se encuentran en el norte de nuestro país (5000 a.d.c), las Momias Chinchorro.
Este pueblo, respetuoso de los que iban muriendo y por cierto de los que seguían con vida, según estudios contemporáneos, mostraba especial cuidado por el traspaso de sus pobladores al más allá, tradición que alcanzaba incluso a los fetos y recién nacidos.
En estos tiempos en que estamos comenzando a valorar de a poco la sabiduría ancestral de los pueblos originarios, es probable que encontremos en sus costumbres un ejemplo de profunda comunión religiosa entre ellos mismos, la tierra y el Universo. Para cualquier hombre así con mayúsculas, independiente del contexto cultural en el que le ha tocado vivir, la vida ha sido sagrada en sí misma: antes del nacimiento en la vida de los propios padres, en la concepción, en el nacimiento, en la niñez, en la adolescencia, en la adultez, en la ancianidad y la muerte, hasta en la vuelta a la tierra o en la conservación del cuerpo a través de los más elaborados procesos y rituales.
En definitiva, existe una santificación de la vida y de la muerte, o bien, una santificación de la vida/muerte. ¿Cuál es la actitud que nuestra propia cultura tiene con la muerte, con la vida, con el hombre y la mujer, con el que está por nacer, con los niños, los jóvenes, los ancianos, con usted, conmigo?, ¿a qué dioses sirve nuestra cultura? A mi modo de ver servimos al becerro de oro. Así como las culturas tradicionales concibieron todo un mundo espiritual, nosotros hemos concebido el nuestro, pero sirviendo a nuestro dios espurio. La educación, la moral, la política, la justicia, la medicina sirven al becerro de oro tecnológico, es decir, vida y muerte a su servicio.
Hace algún tiempo apareció en televisión el diputado socialista, Sergio Aguiló, dando a conocer un proyecto de ley en torno a donación forzosa de órganos (por cierto eufemísticamente dicho de otra manera, pero en la práctica equivaldría a eso).
Sus declaraciones, por decir lo menos, me asustaron, pues el parlamentario, con un sofisma demagógico y un discurso propio de quien quiere vendernos un producto del que él mismo no está seguro, trataba en vano de justificar lo injustificable.
Puedo equivocarme, pero me ha parecido ver a un poseso tratando de imponernos a su dios particular. Se desatan las interrogantes. ¿A quiénes sirve en último término este asunto de los trasplantes, a los enfermos o al negociado que implica/implicaría un ejercicio ilimitado de esta técnica?, ¿cuánto cuesta mantener con vida a una persona bajo este método?, ¿vida a cualquier precio?, ¿es legítimo apelar a la sensibilidad pública dando a conocer trágicos casos pasados por el filtro de los lacrimosos efectos mediáticos?, ¿es posible confiar en la ética médica para garantizar el adecuado manejo de los potenciales negociados que surgirían de aprobarse este proyecto de ley?, ¿ética médica en un país en el que si no tienes cheque de garantía no tienes atención (yo no lo tengo), en el que tienes que esperar un año para una interconsulta en el sistema público -y para qué decir para una operación-, en el que la medicina se limita a recetar medicamentos, cuál de todos más caros y fabricados por farmacéuticas multinacionales que se rigen por ley de mercado -y con vacaciones en Cancún para sus lacayos-? Así como vamos, el “templo de Dios” en la tierra se estaría transformando, por ley, en una fuente de repuestos vivientes, así, quien estire la pata iría directamente a una especie de megamercado de partes humanas. Me pregunto, ¿qué les entregarían a los deudos, una bolsa de basura con las sobras?, y después con el tiempo para hacer más eficiente el sistema ¿aprovecharíamos la piel para hacer porta documentos, cinturones o zapatos?, ¿y con los huesos, calcio para alimento balanceado de bebés y gallinas?
AUTOPSIAS AL CUETE
¿Qué hacemos con nuestros muertos? Por ley, autopsias indiscriminadas en donde se les extraen las parte a los cadáveres para venderlas a las escuelas de medicina; si no, se depositan en tarros y luego... a la basura. En conclusión somos bárbaros tecnócratas...
A principios del siglo XX, Aldous Huxley pudo ver lo que se nos venía encima, y lo dejó plasmado en su libro “Un mundo feliz”, que a mi modo de ver refleja el Chile de hoy. Niños, ¡la alegría ya viene, la alegría ya llegó! Seguramente Josef Menguele estaría en su salsa con el Chile que se nos viene encima. “La libertad es libre de cada cual”, dice mi padre. Sin duda que el tema de los trasplantes es absolutamente personal, si usted desea ser donante está en su derecho, pero es también es nuestro derecho elegir lo que queremos hacer con nuestros órganos. No deseo una democracia por decreto o por ley, pues luego de eso seguramente vendrá algún tipo de totalitarismo.... si es que ya no nos encontramos en uno, bajo la excusa de la democracia. "
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