Confieso que hago versos
de cosas muy triviales,
distante, por lo tanto,
de aquellos que más saben;
que escribo y que describo,
con léxico modesto,
asuntos muy vulgares,
pero, en su fondo, ciertos.
Y admito que los hago
sin mucha sutileza,
y sólo con las armas
que esgrime mi simpleza;
sin frases rimbombantes,
ni menos rebuscadas,
de las que a veces se usan
y que no dicen nada.
También, juro que lo hago
sin miedo a me critiquen,
pues cumplo con lo justo
que el verbo me permite;
estando muy seguro
de no plagiar a nadie,
por cuanto lo que escribo
del corazón me sale.
Del corazón sensible
que Dios me ha regalado,
el mismo que me admite
vivir siempre inspirado;
el que hace que mis hijas,
mis nietos y mis nietas,
llenándome de elogios,
me han sentir poeta.
Así lo manifiestan
y al mundo lo proclaman,
sin ocultarle a nadie
lo mucho que me aman;
por tanto, a ellos dedico
los versos que yo escribo,
para que me recuerden
después que haya partido...
Por ALEJANDRIO PEÑA CASTRO
Alpecas
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