La maestra Cauquenina, Eliana Segura Vega, ha parido desde el corazón, el libro titulado “Mística Docente”, una verdadera joya, que sin duda motivará, a quienes la vida les ha encomendado el privilegio de “Enseñar”, proceso que ejercido con verdadera vocación y con Amor, es el único capaz de transformar la sociedad en una sociedad más feliz, puesto que implica iluminar las conciencias de los seres humanos para que sean capaces de Amar al prójimo como asimismo; condición necesaria para poder acceder “Al Reino de Dios” o al Paraíso aquí en la tierra, que han prometido desde sus inicios todas las religiones, si seguimos el mandato del Hacedor, vale decir, “si no pecamos”.
Quien más calificada que la maestra Eliana Segura para educar sobre Mística Docente, la cual en su tarjeta de Graduación el año 1959, estampó el siguiente mensaje: “Que en mi alma se anide la verdad; la justicia y el Amor, para entregar a los niños en cada hora de mi vida, un mensaje de luz, poesía y felicidad”, consecuente con dicho anhelo, confiesa respecto a su rol “Siempre preparé mis clases, miré de frente a mis alumnos y los amé sin barreras de clase dominante o de humilde periferia”.
Admirada y agradecida de los maestros que ejercen con vocación docente, resalta la trascendencia de su actuar, desde la perspectiva del alumno, expresando “Hay tanto germen tuyo aquí en mi huerto, que cada fruto mío, cada capullo, lleva tus pigmentos”, culminando con la frase “No sé dónde terminas tú, y donde yo empiezo, repito tu lección y consejo”, llama a los maestros “Usinas del espíritu” ya que son portadores de un “Fermento prodigioso” que ayuda a desarrollar las potencialidades del educando, cuyas “páginas en blanco” son escritas con “la tiza del hogar y la sapiencia de profesor”. Por eso agradece a sus colegas: “la sonrisa dirigida a cada niño y el uso de diminutivos, su capacidad para suplir amores que faltaron, por acariciar con sus palabras”; por comprender y atender con un mismo amor “al niño tartamudo, ciego, autista, vago, por ser niños que esperan con la misma ilusión del Soberano”.
Arenga a la nueva pléyade de maestros diciéndoles “El mundo necesita un mundo más humano. Sé lazarillo, bálsamo, cicerone en los oscuros laberintos de la vida, y a modo de consejo les dice: “Tienes el deber del acierto en tu palabra, en tu ejemplo, en la tiza caligráfica, el deber de tu sonrisa y del gesto que acaricia”, llamándolos a la reflexión en el siguiente verso: “Si tu impronta desfallece, prisioneros se quedan los talentos porque tu misión culmina cuando sale afuera el habitante verdadero, el que vive silencioso y tu lo pares desde el interior de cada hombre”.
Enamorada de todo lo que involucra el proceso educativo, destila en sus versos las emociones que le despertaban como estudiante el Talan – Talan de la campana, despidiéndose de ella como una buena compañera, cuando se retira de la vida laboral: “Hoy me voy, dulce campana, ¡Cuánta vida compartida entre tus sones, fue dejando música celeste en cada partícula de este ser que ahora parte”.
También expresa en sus versos, lo que significa para un niño y lo que significó para ella misma, la Escuela. “La escuela me abrió nuevas perspectivas y dio impulso a mis nacientes alas, y la sentí tan mía, tan querida como el huerto florido de mi casa”. Agradece, desde la posición del niño, a la madre que lo trajo a la Escuela “Madre, con tu clarividencia de aciertos y presagios, elegiste para mí, la prolongación de tu regazo, aquí, aquí, donde llegué un día, con mi miedo y con mi llanto, tomado fuertemente de tu mano”.
En el libro hace un repaso de nutrido y multifactorial desempeño, expresando lo que dichas experiencias significaron para ella. Señala “Mi escuela Normal N° 2 de Santiago de Chile me entregó las claves. Yo solo puse en práctica lo que insignes maestras grabaron en mi alma” “Enseñar Amando, como lema cotidiano” y vaya si lo puso en práctica, enseñando “desde el niño campesino, desde el obrero agrario que en noches de invierno enseñé a leer a la luz de una vela mortecina, al niño provinciano cauquenino: futbolista, literato, científico serio, dibujante, pintor, perfilando sus sueños en el predio de mis sueños o soñando juntos en la perspectiva de los astros”.
En relación a la Enseñanza de Adultos, señala que sintió como un amante nocturno a “aquel liceo del que guardo las nítidas vivencias, del adulto desertor o el niño postergado, reivindicando esperanzas en el sudario del libro y la pizarra”. Recuerda también al liceo particular, después de financiamiento compartido “Inmaculada Concepción” “Por legado y formalismo acomodadas, pero idénticamente humanas en su alma democrática”. Y finalmente nos comenta la titánica labor de profesor, en su último desempeño laboral en la Población Santa Julia de Santiago de Chile.
“De Santidad tal vez en sus cimientos, cuando sólo era viña, canal y sembrado. Y quizás todavía en la intención de los que no se rinden a la sumisión moderna de la droga, el consumismo pobre, a la cárcel hacinada, a la calle que fornica, a la palabra pordiosera, en los que ejercen la sana profesión de la Esperanza y son capaces de creer en la resurrección de cada hora, sin dolor, ni blasfemia, sin cansancio, solo con el perdón del amor y la victoria”.
Finalmente, dedica maravillosos versos a cada uno de los profesores y profesoras que conoció y compartió en su prolongada actividad educacional, donde resaltando el sello de cada uno, les hilvana con maravillosos versos, un traje hecho a la medida de cada cual, retratando la esencia de sus almas.
En el recorrido que hace por sus años de estudiante, evoca también las construcciones de las aulas, guiando los senderos que debían recorrer hasta llegar a ellas y sobre todo la dulce amistad de sus compañeras, reivindicando el valor e importancia de la amistad.
Imposible no emocionarse con este libro, a través del cual nos vamos identificando con las vivencias de niño (a), puesto que al igual que para ella, para nosotros tuvo un eco especial el sonido de la campana, la fachada de la Escuela, los compañeros (as) de estudio y cada uno de nuestros maestros. Ojala que nosotros rememoremos con tanto amor y nostalgia aquellos años; lo cual significaría que nuestros maestros ejercieron con vocación y con mística su labor y significa también que ese mismo amor lo replicamos en nuestros hijos, contribuyendo a la creación de una sociedad más feliz.
Ojala esta obra no deje de ser leída por ningún educador o educadora, por la trascendencia de su rol. Por algo la maestra Eliana Segura les dedica esta estrofa y siguientes consejos “Obrero, mediero de la vida. Mira sino imitas con modestia la creación del arquitecto”.
“Maestro, piensa el mundo, pero hazlo rápido, porque mañana habrá cambiado”
“Maneja la incerteza como parte de la lógica, porque ningún paradigma será eterno. Crea tu ideario, dale apertura y cambio a tu programa”.
Maestros y futuros maestros, en vuestras manos está la felicidad, que nuestra sociedad, reclama, teniendo como baluarte de lucha la Mística Docente, sin rendirse ante la falta de medios, la precariedad de los alumnos y sus familias, incluso la falta de cooperación de los gobiernos; puesto que tal como lo expresó Nelson Mandela “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo” y también como te dice la profesora, escritora y poetisa Eliana Segura Vega: “Tras el rostro inocente una mente germina, con modelos que diste sin notarlos, tal vez, algo tuyo va siempre, repetido e infinito y su estilo es tu estilo en su forma de ser”.
MARINA FIGUEROA RIVAS.
CAUQUENES, JULIO DEL 2014.-
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