Por Marcelo Hurtado Canales - Abogado - Profesor y Consejero Facultad de Administración -Universidad del Pacifico
Desde hace bastante tiempo me ronda la idea de escribir sobre un tema que nos debiera preocupar a todos, y que muchas veces por los avatares del día a día lo dejamos pasar y no le damos mayor importancia, me refiero a la ancianidad, me refiero al cruel paso de los años, que hacen mella sin igual en todos y que no distinguen condición ni estirpe.
Sobre el particular debemos preguntarnos con la mano en el corazón que hacemos por nuestros viejos cauqueninos, como contribuimos para que tengan una vida mas llevadera y placida en las postrimerías de su existencia, pienso que mucho se ha avanzado en el tema a nivel de políticas públicas, pero es necesario crear conciencia de que todo lo que hagamos será poco cuando se trata de quienes con su esfuerzo y visión han construido familias y país.
Me ha correspondido visitar algunos Hogares de Ancianos o de tercera edad como se le llama eufemísticamente ahora, y en realidad me encontrado con tristes experiencias de señores o señoras que me ha relatado pasajes de su vida con una ansiedad y deseos de ser escuchados, que realmente emociona, y en todas estas visitas he podido comprobar un denominador común, el olvido y la indiferencia de la sociedad hacia ellos y lo que es mas grave aún el olvido y la indiferencia de sus familias, de sus hijos, de aquellos seres por quienes lucharon una vida entera y para quienes hoy son una carga que debe ser soportada por otros.
Sinceramente no me parece justa la ecuación anterior, no debe ser tan simple deshacerse de un ser querido para ser entregado a terceros, los que a cambio de un pago determinado asuman el cuidado y mantención del ser querido, esta es la verdad que se esconde en muchos Hogares de Ancianos de nuestro país y en nuestro Cauquenes y de la cual no podemos permanecer indiferentes. Aunque en todo linaje el paso del tiempo ejerza su dominio, la crueldad de los años no puede ser más fuerte que los sentimientos que se anidan en el corazón de hijos agradecidos, y en la grandeza inmanente de su espíritu.
Por todo lo anterior, invito a mis amigos a reflexionar sobre el tema, y cuidar a nuestros viejos, y a no nos deshacernos de ellos como una especie del comercio deshechable, son parte de nuestras vidas, son la fuente misma de nuestra existencia, son la base esencial de la estructura social, es mucho lo que tienen que entregar aún, a lo mejor no con sus fuerzas físicas, pero sí con experiencia y sabiduría que vale tanto o mas que la fortaleza juvenil, la que es precaria y limitada.
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