Por Humberto Aqueveque Diaz
Increible, después de 19 años de democracia, aún no logramos saldar la discusión sobre qué tipo de sociedad aspiramos a vivir; una en la que los individuos son los que fijan sus planes de vida y el Estado se encarga de garantizar el acceso igualitario a derechos, o una de esas sociedades jerarquías, predeterminadas, donde las posibilidades de cada individuo dependerán absolutamente del lugar que ocupe. Por mi parte avanzada la primera década del siglo XXI, no creia que seguiríamos sufriendo restricciones a los derechos, pero que va, este es Chile.
El reciente dictamen de la Contraloría hace esto en particular al restringir el derecho de la mujer a decidir sobre su salud reproductiva. Sobre el requerimiento que hiciera la Asociación de Municipalidades para que se fijara administrativamente el alcance del fallo del Tribunal Constitucional sobre la píldora anticonceptiva de emergencia (PAE), es aberrante, si bien dicha resolución no dice nada nuevo, por lo menos nada que sea contradictorio con el fallo del Tribunal Constitucional, la cual fue rechazada por el gobierno, las organizaciones gremiales de la salud, de las organizaciones de mujeres, las de derechos humanos, las organizaciones de jovenes, y en general la mayoria de los chilenos.
Razón por lo que fue necesario idear un resquicio legal que permitia, mediante una via administrativa su distribución gratuita a toda chilena que la solicitara, previa información de su caso, a través de la red asistencial de salud. La resolución de la Contraloría bloquea definitivamente el atajo ideado para reponer la igualdad del derecho de todas las mujeres a obtener la píldora. Recordemos que todas las encuestas de opinión serias que se han hecho en el último período evidencian, por una parte, que los/as chilenos/as estamos a favor de la distribución pública de la PAE, así como lo estuvimos a favor de legislar sobre el divorcio. Aún más, estarían dispuestos a que se reponga el aborto terapéutico.
Esta decisión se aleja del marco del derecho internacional y de los derechos humanos, que nuestro Estado dice reconocer, sobre todo va en contra de la Convención sobre No Discriminación de la Mujer que reconoce “el derecho de las personas, parejas y/o familias a decidir el número de hijos/as e intervalo de éstos”; nada más lejano a la posición de una institución del Estado que busca imponer a las chilenas una maternidad no deseada. No quiero dar un contexto politico a la historia, pero sin duda dicha resolución no es más que otro ejemplo de la desigualdad que atraviesa muchos ámbitos de nuestra “democratica sociedad”, desigualdad que pasa por la educación, salud, acceso a la cultura, y por sobre todo en el poder y la economia, recordando al Presidente Lagos diremos que las instituciones funcionan, pero mal, que no van de la mano con las transformaciones socio-estructurales que ha vivido nuestro país, fortaleciendo o inflando en demasia la opinión minoritaria de ciertos grupos sociales tradicionales, poderosos grupos que se arrogan una conducción colectiva.
Es esa "desigualdad originaria", que se perpetua con la aparente tolerancia de ciertos enclaves de decisión publica y política, desigualdad que se materializa nuevamente en lo economico pues las mujeres con recursos pueden comprar aquello que se prohíbe para el sistema público de salud, o sea que se prohibe para aquellos sectores de nuestra que no tienen los recursos para acceder a la pildora de anticoncepcion de emergencia (PAE), desde hoy conocida en Chile como la pildora de anticoncepción ABC1. Esta discusión, tampoco es sobre principios, de valorica y moralidad mal entendida, me recuerda un articulo que lei hace unos años, publicado por el Vaticano, en su diario l’Osservatore Romano”, que con un chiste machista, aseguró que con la irrupción de la lavadora, las mujeres se habrían liberado más que con el derecho al trabajo y las políticas de anticoncepción.
El artículo “La lavadora y la liberación de la mujer. Pon el detergente, cierra la tapa y relájate”, queria resaltar una imagen de la súper mujer en el hogar, “sonriente, maquillada y radiante entre los electrodomésticos de su casa”.
Pretendiendo señalar que la modernidad debe estar solo en aquellos aspectos que no se opongan a sus designios, juzgando abiertamente una actitud diversa de la mujer, como fue la que tuvo en los 60 cuando la pastilla anticonceptiva irrumpio en el mundo, liberando en cierto modo a una mujer que en plena Revolución intelectual pedía libertades que le eran propias. Oh Iglesia yo creia que ya no quemabas brujas, mientras opinabas de politica y economia, mientras propones salarios éticos, niegas la Etica Primordial, recuerda la moral requiere una concepción de igualdad que hoy rechazas. Las mujeres concordaran conmigo que a pasos del bicentenario Chile y el mundo han cambiado, por sobre todo ha cambiado la sociedad, y mientras en el mundo se reconoce el valor de las mujeres en todos los ámbitos, en Chile nos enorgullecemos frente al mundo de tener una Presidenta tan querida y más importante que lo ha hecho tan bien, aplaudimos una Ley de cuotas, pero seguimos restringiendo sus derechos, como hace 60 años, sólo a aquellos que no comprometan la cinica conciencia de unos pocos, que siguen manejando nuestras vidas; siento pena por este Chile, por que al igual que a muchos no me representa.
Para cerrar creo que al igual que a mi tambien le molestara a la mayoria de los chilenos que en los últimos años cada tema moral que atraviesa nuestra sociedad, termina en algún Tribunal, alejándola de la discusión social, para nuestro asombro, en el Chile de lo posible, cada recoveco del ordenamiento jurídico se transformó en herramienta en la discusión de la píldora, porque es la antesala del debate sobre aborto.
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