Los antiguos narraban varios cuentos sobre el tren que llegaba a Cauquenes. Mi mamá me relataba uno que siempre llamó mi atención. Esta historia se la contó mi abuelo a mi madre, y todavía la seguimos contando.
Yo no conocí a mi abuelo materno, se llamaba Francisco Muñoz. La verdad es que no me acuerdo de él. Era muy chico, tenía cinco años cuando él murió, fue como en 1955. Él vivió de manera inocente su primera experiencia con el ferrocarril. Eran del campo, de Pilén. Yo también nací allá.
En una oportunidad mi abuelo tuvo que ir a la estación a esperar a unos familiares que iban a llegar en la tarde. Era invierno, alrededor de las seis, pero ya estaba bien oscuro. Cuando el tren empezó a asomarse, lo primero que se divisó fue una gran luz que venía de cordillera a mar. En ese momento comenzó a desordenarse la cosa.
Las personas que estaban acompañando a mi abuelo en la estación, se aterrorizaron. Pensaron que era el sol que se estaba cayendo del cielo. Las viejas se desesperaron, empezaron a gritar: “acabo de mundo, acabo de mundo”. Muchos se descontrolaron, escapaban y corrían por el miedo. No asociaron que esa luz que se acercaba, era del tren.
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