Por Cecilia Victoria Salazar Diaz
Al Padre Pepe lo conocí un 27 de febrero de 2011. Conmemoraba en Cauquenes, junto aun grupo de ciudadanos una vigilia por el terremoto acontecido un año antes.
El Padre pepe es un hombre bajito, redondito, con unas mejillas regordetas, de lentes pequeños, con su camisa clerical abierta, se movía contento por todos lados, se mostraba contento con todos/as sus feligreses, no mostraba ni una pizca de nerviosismo. Tenía la talla a flor de boca. En las casi cinco horas que duró la vigilia, entre las 21 y la 4 de la mañana, pasé desde el desconocimiento de su persona a anclarlo en mi corazón.
El Padre Pepe me contó que después del terremoto la casa parroquial, ahí mismo donde desayunábamos después de la vigilia, había servido de casa, comedor, baño y cocina, para muchos cauqueninos, que en ese momento se habían quedado sin casa. Un amigo me contó, también, que en esos momentos, donde tanta gente particular había llegado a ayudar, llegó un alemán preguntando por el cura de la ciudad, uno de los feligreses se lo señaló, allá arriba del techo de la casa parroquial se encontraba el Padre Pepe, arreglando las tejas que se habían movido con el fuerte sismo. También, me contó, el Padre Pepe, durante ese maravilloso desayuno, que después del terremoto había sufrido de perdidas de memoria, había como un mes que se había borrado completamente. Es así como después se encontraba con gente, que le hablaba de conocerlo o de sucesos de ese entonces y él no lo recordaba.
- Visto: 1740